lunes, 27 de enero de 2014



Llegan las Comuniones y los talleres están trabajando en nuevas ideas, colgantes, pulseras.

 

Promueve los regalos de comunión que tengan sentido, ese detalle que nos marca y no se olvida. La Virgen del Pilar, un Crucifijo.


Con FundEO podrás regalar un tesoro, que hará feliz al comulgante/a y ayudarás a dar de comer a muchos Niños.







Breve relato de la vida de San Enrique de Ossó







ENRIQUE DE OSSÓ SOLIDARIO



ME TOCÓ EN SUERTE UN ALMA BUENA”.

Así hablaba Enrique de Ossó de sí mismo en unos apuntes autobiográficos.

Un alma buena que hizo de su vida UNA RESPUESTA DE AMOR  a las necesidades de los hermanos.

Enrique miró el mundo que le rodeaba, miró sobre todo a las PERSONAS con la mirada y los sentimientos de Jesús. Se hizo SOLIDARIO con cada una de ellas, como el SAMARITANO de la parábola del Evangelio.




I. SOLIDARIO, FRENTE A LAS NECESIDADES MATERIALES.

A los 14 años cuando huyó a Montserrat porque quería ser sacerdote  cambió su ropa con la de un pobre que encontró en el camino. No tenía otra cosa que darle y le dio todo lo que tenía.

Siendo seminarista se hizo miembro de las “Conferencias de San Vicente de Paul”, una organización fundada en 1833 por Federico Ozanam de ayuda a los indigentes y marginados.

Ofreció su ayuda material, apoyo, dedicación y tiempo a los pobres de Tortosa.  Su ropa y su dinero sirvieron con frecuencia para remediar a muchas personas necesitadas.

Siendo sacerdote le llamaron “el padre de los pobres” por todo lo que hacía en favor de los necesitados.

Sabemos que muchas familias acudían a él buscando consejo o dinero para solucionar sus necesidades. Siempre estaba dispuesto a intervenir en todo lo que representase un beneficio para los demás.



II.SOLIDARIO EN SU LUCHA CONTRA EL ANALFABETISMO Y LA FALTA DE FORMACIÓN

La frase “Quiero ser maestro” la repetía insistentemente desde pequeño. Con ella dejaba entrever una vocación que le llevó a vivir y desarrollar el MAGISTERIO como actitud constante y como actividad en determinados momentos.

Enseñó a los niños a través de las catequesis, ofreciéndoles una educación sistemática e integral, primero en Vinebre y después en Tortosa.

Sus innumerables escritos los empleó como un medio eficaz de formación.



III. SOLIDARIO, ABRIENDO CAMINOS PARA QUE LAS PERSONAS ALCANCEN SU PLENITUD HUMANA Y CRISTIANA


Enrique había descubierto en Jesús, el Hombre-Dios, el camino de ser personas en plenitud y de llegar a ser verdaderamente felices, desde el conocimiento y aceptación de la realidad humana y la de Dios.

Y había descubierto en Teresa de Jesús un modelo valioso para recorrer el camino.
Y la capacidad de la mujer para transformar la sociedad.

Enrique vivió todo esto como una experiencia muy rica, como un verdadero tesoro, y  quiso transmitirla a todos. Con este fin creó las Asociaciones

¬  de niños: Rebañitos
¬  de jóvenes labradores
¬  de chicas: Hijas de María y Teresa de Jesús
¬  de adultos: Hermandad Teresiana Universal

Los comprometió a trabajar en su formación personal sacando lo mejor de sí mismos.
Y ayudar  a los demás.


A la Asociación de  Hijas de María y Teresa de Jesús le encargó la obra de las Escuelas dominicales, a donde acudían los domingos las jóvenes sin escolarizar y carentes de formación.


Enrique de Ossó no se conformó con tener Escuelas sólo los domingos. Quería Escuelas que funcionasen todos los días.

¬  Pensaba en tantos niños sin  educación vagando por las calles...

¬  Pensaba en la capacidad transformadora de la mujer.....

¬  Pensaba en el grupo de jóvenes de la Asociación que se habían reunido en Tarragona para ser maestras....

Entonces concibió un nuevo plan de acción y se lo propuso al grupo de jóvenes de Tarragona:
Dedicar su vida totalmente a formar personas al estilo de Jesús.  Así nació la Compañía de Santa Teresa de Jesús.



IV. SOLIDARIO, EN LA COMPAÑÍA DE SANTA TERESA DE JESÚS

Desde el inicio la Compañía ha tenido muy claro el papel transformador de la educación cristiana y la necesidad de que la educación llegue a todos, especialmente a quienes carecen de recursos.

Por eso se ha extendido por los países pobres principalmente de Latinoamérica y  África para atender a la educación de los niños y  jóvenes y a la formación y promoción de la mujer.

Actualmente, ante tanta pobreza y necesidad no bastan, como en tiempos pasados, nuestros propios recursos.

La Compañía escucha los gritos de tantos hermanos que sufren.
Quiere abrazar la causa de los pobres.
Quiere responder colaborando, canalizando compromisos solidarios que hagan posible un cambio social.

Por este motivo se ha creado “Fundación Enrique de Ossó”  para sensibilizar y comprometer a instituciones y personas que contribuyan a paliar en lo posible las necesidades vitales de tantos pueblos marginados y empobrecidos en donde trabajan las hermanas.



V. SOLIDARIO EN LA FUNDACIÓN QUE LLEVA SU NOMBRE

La Fundación Enrique de Ossó (FUNDEO) es una Organización No Gubernamental para el Desarrollo (ONGD) que tiene como fin:

Contribuir a la educación y formación integral de personas, grupos y pueblos de los países en vías de desarrollo y de los núcleos de población que sufren las consecuencias de la pobreza y marginación en el mundo

Para conseguir su fin, FUNDEO lleva a cabo proyectos que promueven:

¬la educación, la cultura, los valores espirituales, la formación profesional

¬la promoción de la mujer, la integración social, la defensa de sus derechos mediante la formación

¬la salud mediante la atención primaria, saneamiento, potabilización del agua, nutrición, formación sanitaria, salud preventiva, atención materno-infantil




FUNDEO realiza actividades de

¬  Apadrinamientos

¬  Voluntariado nacional e internacional

¬  Sensibilización y educación ante las situaciones de pobreza.


La FUNDACIÓN ENRIQUE DE OSSÓ dispone de Sede Central, 6 Delegaciones y 2 Representaciones, con los espacios y equipamiento necesarios para el cumplimiento de su misión.



SEDE CENTRAL
C/ Navarro Villoslada, 18, entlo. dcha.
31001 PAMPLONA




DELEGACIÓN EN ANDALUCÍA
C/ Parque Sierra Norte, 1, Portal 1, bajo
41015 SEVILLA






DELEGACIÓN EN ASTURIAS
C/ Enrique de Ossó, 2
33012 OVIEDO



DELEGACIÓN EN ARAGÓN
Camino de Pinseque, 37
50011 ZARAGOZA



DELEGACIÓN EN CASTILLA Y LEÓN
C/ Felipe II, 4-6
47003 VALLADOLID



DELEGACIÓN EN CATALUÑA
C/ Ganduxer 85-105
08022 BARCELONA



DELEGACIÓN EN MADRID
C/ Juan Vigón, 8
28003 MADRID



REPRESENTACIÓN EN VALENCIA
C/ San Valeriano, 26, 6º pta. 12
46900 TORRENT(VALENCIA)

REPRESENTACIÓN EN LA RIOJA
C/ Mediavilla, 2
26500 CALAHORRA(LA RIOJA)



San Enrique de Ossó y Cervelló

Era natural de Vinebre (Tarragona, España) donde nació el 16 de octubre de 1840. Su madre, que fue la que deseó verlo sacerdote, no pudo cumplir su sueño; murió, víctima del cólera, cuando Enrique era adolescente. El padre consideraba que dada su inteligencia y otras cualidades, debía dedicarse al comercio, como Jaime, el primogénito, pero no se opuso a que ingresara en el seminario de Tortosa. Creció prendado de las vidas de santos que su progenitor le narraba cuando ambos paseaban por la rivera del río. Había confiado a su madre que quería ser maestro, pero el sacerdocio de algún modo ya entraba en sus planes; estaba muy vinculado a la parroquia desde la infancia.
Siendo adolescente, y mientras un tío suyo le enseñaba el arte del comercio en una localidad zaragozana, estuvo a punto de morir. Tanto es así que su primera comunión estuvo vinculada a la unción de enfermos, sacramentos que recibió a la par. Entonces curó tan repentinamente que atribuyeron el hecho a la Virgen del Pilar. Luego la Virgen, bajo la advocación de Montserrat, le concedió muchos favores.
Al perder a su madre, lleno de desconsuelo, revivió su más ferviente anhelo y se encaminó hacia el sacerdocio. Su hermano Jaime, emulando ese deseo maternal, también le animó en el empeño y se ofreció para ayudarle. Pero Enrique ya tenía sobradamente tomada la decisión. De hecho, no había dudado en dejar el trabajo que tenía en Reus, sin conocimiento de su familia, buscando el bien de su espíritu en Montserrat, y huyendo de un ambiente que no se correspondía con sus ideales. En la carta que envió a su padre no dejaba duda respecto a la autenticidad de su resolución: «Mi ausencia le causará tristeza, padre; pero es la gloria de Dios lo que me motiva. Su dolor se transformará en gozo si recuerda que pronto nos encontraremos en el cielo… Dé mi ropa y otras pertenencias a los pobres… la vida es corta y las riquezas no sirven de nada si no las usamos bien».
Ese espíritu de pobreza, unido a la confianza ilimitada en la divina providencia, le acompañó siempre. Fue ordenado en 1867, y a continuación comenzó a impartir clases de matemáticas y de física en el seminario de Tortosa, sin descuidar la catequesis, que fue una de las líneas predilectas de su acción pastoral. De hecho, organizó una escuela de catecismo en
varias parroquias de Tortosa, y redactó la «Guía práctica» para los catequistas.

Los conflictos políticos, con ínfulas liberales y anticatólicas, le obligaron a recluirse con los seminaristas en el palacio episcopal así como en diversos domicilios. De ese modo pudo seguir formándoles. En 1870 creó la «Asociación de congregantes de la Purísima Concepción» pensando en los jóvenes. Desde 1871 llevó a cabo una importante labor
de difusión de la doctrina de pontífices como Pío IX y León XIII. Era un gran devoto de santa Teresa de Jesús. De ella había extraído esta consigna: «Que perezca el mundo antes que ofender a Dios, porque debo más a Dios que a nadie», de la que se apropió cuando se preparaba para el sacerdocio. Mantenía vivas las hondas convicciones de la santa:
«Sólo Dios basta». «Quien a Dios tiene, nada le falta». Oración e imitación de Jesús eran las claves de su acontecer, líneas maestras del plan que se trazó entonces y que no dejó de cumplir después.

En 1872 puso en marcha la publicación de una revista teresiana, que tuvo difusión internacional. Aunque la revolución seguía en su apogeo, impulsó entre las jóvenes una «Congregación mariana» para campesinos, seguida de la Asociación de «Hijas de María Inmaculada y Santa Teresa de Jesús». Ésta y el «Rebañito del Niño Jesús», que fundó en 1876, nacieron con la finalidad de contrarrestar la indiferencia religiosa que había calado entre las gentes: «Ser cristianos, auténticos cristianos en el propio ambiente».
En 1874 había publicado su obra «El cuarto de hora de oración», un libro aclamado, reeditado en numerosas ocasiones y traducido a diversos idiomas. Pero fue en 1876 cuando fundó en Tarragona, junto a Teresa Blanch, la Compañía de Santa Teresa de Jesús. Su objetivo: «Extender el reinado del conocimiento y amor a Jesucristo por todo el
mundo por medio de los apostolados de la oración, enseñanza y sacrificio». La iniciaron ocho mujeres dedicadas a la docencia, y no tardaron en ver reconocida su labor por las autoridades académicas.

Enrique decía: «Educar a un niño es educar a un hombre, y educar a una mujer, es educar una familia». Unos años más tarde fundó la «Hermandad Josefina» que fue integrada por hombres. Junto a esta intensa labor apostólica, dejó escritas entre otras, las «Siete Moradas en el Corazón de Jesús», redactadas en Roma durante los meses de abril a agosto de 1894.
Fue un gran sacerdote, cercano, abnegado y lleno de fe, un hombre de oración, fidelísimo a la cátedra de Pedro, devoto de Jesús y de María, un valiente y fervoroso apóstol que no cesó de predicar el Evangelio por todos los medios posibles. La última etapa de su vida fue
dolorosa. Le persiguieron las contrariedades y la incomprensión por parte de superiores y personas cercanas. Jamás se le vio quejarse.

A estas pruebas se unieron sus enfermedades. Había dicho: «Pensar, sentir, amar como Cristo Jesús». «Sí, Jesús mío, todo por ti y todo por tu gloria, en vida, en muerte y por toda la eternidad». Buscando la soledad para dedicarse por completo a la oración, estuvo un tiempo con los carmelitas de Castellón y, finalmente, en el convento de los franciscanos de Gilet (Valencia).
Su entrega había sido ilimitada, como la de todos los auténticos seguidores de Cristo. Y hallándose en este convento, el 27 de enero de 1896 su fatigado organismo se desplomó; el corazón no le respondía. Apenas si tuvo tiempo de pedir auxilio a los religiosos. En pocas horas murió.
Fue beatificado el 14 de octubre de 1979 por Juan Pablo II, y canonizado por este mismo
pontífice el 16 de junio de 1993.